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Identidades jóvenes latinoamericanas

Rosana Reguillo es investigadora en ciencias sociales y activista mexicana, especializada en los estudios de la juventud, la ciudad como espacio social, el miedo como construcción social. Sus estudios cruzan disciplinas como la antropología, los estudios culturales y la comunicación. Para Reguillo, la diversidad de las identidades juveniles está profundamente influenciada por factores como la precariedad económica, la violencia estructural y la exclusión social. Según Reguillo, estas condiciones generan diversas formas de resistencia y creatividad entre los jóvenes, quienes utilizan la cultura y los medios de comunicación como herramientas para expresar sus identidades y demandas. La autora también subraya el papel de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías como espacios de disputa y resignificación cultural, además de analizar cómo los jóvenes participan en movimientos sociales y políticos, muchas veces fuera de las formas tradicionales de participación. (Reguillo, 2000)


Rosalía Winocur, por su parte, investiga las prácticas comunicativas y el consumo cultural entre los jóvenes, destacando cómo estos navegan entre las ofertas globales y locales de medios, creando una identidad híbrida que mezcla elementos de ambas esferas. Winocur sostiene que el consumo cultural es una forma crucial mediante la cual los jóvenes construyen su identidad, utilizando elecciones de música, moda y entretenimiento como formas de autoexpresión y pertenencia. Además, analiza la tensión entre lo público y lo privado, señalando cómo los jóvenes utilizan los espacios digitales para crear comunidades y redes de apoyo que trascienden las limitaciones físicas y sociales. (Wincour, 2013 p. 255). Este fenómeno tiene implicaciones significativas para la forma en que entendemos la sociabilidad contemporánea y la construcción de identidad en el mundo digital. 


Manuel Castells, sociólogo y profesor universitario español, tiene una mirada particular sobre la información y la sociedad red. Castells nos da un marco útil para entender las identidades jóvenes en América Latina en el contexto de la globalización y la conectividad digital cuando argumenta que la identidad es una construcción dinámica afectada por el flujo global de información y la capacidad de los individuos para acceder y utilizar las tecnologías de comunicación. En ese sentido, destaca cómo las redes digitales permiten a los jóvenes organizarse y movilizarse rápidamente, creando movimientos sociales transnacionales que desafían el status quo. Esto es particularmente relevante en América Latina, donde los movimientos estudiantiles y otros grupos juveniles han utilizado internet para coordinar protestas y campañas. Castells también destaca que los jóvenes latinoamericanos enfrentan un conflicto entre su identidad local y las influencias globales pues tienen que encontrar un equilibrio entre las tendencias globales que afectan su vida y sus propias realidades culturales y sociales locales. Como resultado, desarrollan identidades que combinan ambos aspectos, reflejando esta mezcla de lo global y lo local. (Castells, 1999, p. 258)


La conexión entre los planteamientos de Castells, Wincour y Reguillo y los enfoques feministas se pueden observar en varios aspectos clave: 


Como se mencionó, Castells propone que la identidad es una construcción dinámica influenciada por el flujo global de información y las tecnologías de comunicación. De manera similar, los feminismos ven la identidad como una construcción social dinámica, donde las identidades de género son moldeadas y reconfiguradas por las interacciones sociales y las estructuras de poder. Los feminismos destacan cómo las mujeres jóvenes, a través de las tecnologías digitales, pueden redefinir sus identidades y desafiar los roles de género tradicionales. Asimismo, la capacidad de las redes digitales para facilitar la organización y movilización social. Se subraya cómo estas redes permiten a los jóvenes organizarse y movilizarse rápidamente. 


Este fenómeno también es esencial en el activismo feminista, donde los movimientos de mujeres y feministas han utilizado internet para coordinar protestas, campañas y crear redes de apoyo.  La tensión entre las identidades locales y globales también se refleja en los feminismos, donde las mujeres jóvenes en América Latina deben equilibrar las influencias de los feminismos globales con las realidades y tradiciones locales. Esto da lugar a unos feminismos situados y contextualizados que responden a las necesidades específicas de su entorno mientras se nutre de las teorías y prácticas feministas globales, permitiendo una adaptación y resistencia creativa frente a las presiones culturales y sociales de las culturas dominantes.


Reguillo desarrolla una perspectiva crítica sobre las juventudes como actores marcados por la precariedad, la exclusión social y la violencia estructural, pero también como sujetos capaces de articular resistencias creativas y simbólicas. Esta lectura permite entender cómo los feminismos juveniles —especialmente en América Latina— han emergido como formas de agencia política no institucional, profundamente ligadas al contexto de desigualdad que viven muchas jóvenes. Estos movimientos se despliegan en las calles, crean símbolos, gestos performáticos, resuenan en las redes sociales y en la producción cultural a través del teatro, el cine, la literatura, la música y las artes plásticas y visuales.  


Winocur analiza cómo los jóvenes navegan entre ofertas culturales globales y locales, construyendo identidades híbridas a través del consumo y la participación en entornos digitales. Desde su enfoque comunicacional, destaca que los espacios digitales se han convertido en territorios donde lo privado y lo público se entrelazan, permitiendo nuevas formas de sociabilidad, expresión emocional y construcción de comunidad. Esta visión es clave para comprender cómo los movimientos feministas contemporáneos —y en particular los impulsados por juventudes— se apropian del entorno digital no solo para visibilizar violencias estructurales, sino para crear redes de cuidado, afecto y acción colectiva. Así, hashtags como #NiUnaMenos o #MeToo no solo condensan demandas políticas, sino también experiencias compartidas que resignifican el espacio digital como un lugar de resistencia feminista.


Las narrativas y estéticas juveniles son importantes porque constituyen las formas en que los jóvenes construyen y expresan sus identidades, valores, aspiraciones y preocupaciones en un mundo cada vez más globalizado y digitalizado. Las tecnologías de la comunicación digital, especialmente las redes sociales y las plataformas en línea, han facilitado enormemente la posibilidad de que los jóvenes puedan colaborar en causas comunes, al permitir una rápida difusión de información, la coordinación de acciones y la formación de comunidades virtuales.


Las narrativas y estéticas pueden inspirar y motivar a los jóvenes a organizarse en torno a ciertas causas, mientras que la organización y movilización social dar forma al contexto, al mensaje, a la comunidad y al sentido de nuevas narrativas y estéticas.






 
 
 

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