Medios feministas con enfoque en comunicación transmedia: estéticas y narrativas
- Andrea Borrero Saa
- hace 3 días
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Las investigadoras, Lucía Benítez, profesora Titular de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Cádiz y Sandra Arencón Beltrán, investigadora y miembro del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (COMPOLÍTICAS), en la Universidad de Sevilla, analizan las identidades en América Latina desde una perspectiva feminista, enfocándose en cómo se cruzan las dimensiones de género, clase, etnia y sexualidad. Su investigación explora cómo las estructuras de poder y las relaciones sociales en la región impactan a las mujeres y a las comunidades marginadas. Utilizando el concepto de interseccionalidad, Benítez-Eyzaguirre y Arencón-Beltrán examinan cómo las diferentes formas de opresión, como el género, la raza y la clase, se interrelacionan y afectan a las mujeres latinoamericanas de manera única. Además, subrayan las diversas maneras en que las mujeres y las comunidades marginadas resisten y desafían estas estructuras de poder mediante el activismo y la organización comunitaria. (Benítez-Eyzaguirre, L., & Arencón-Beltrán, S. 2020, p. 371)
Desde Argentina, Rita Segato, figura clave en el análisis de los feminismos latinoamericanos, se ha enfocado en estudiar la violencia de género y las relaciones de poder. Segato propone que la violencia contra las mujeres debe entenderse en el contexto de una estructura patriarcal y colonial que perpetúa la desigualdad y la violencia. Argumenta que la violencia de género es una manifestación de las estructuras de poder patriarcales que buscan controlar y subyugar a las mujeres. Además, introduce el concepto de colonialidad del poder para explicar cómo las jerarquías coloniales históricas siguen influyendo en las relaciones de género y poder en América Latina. (Segato,2003 p.25)
Judith Butler, filósofa neomaterialista y posestructuralista, que se ha dedicado a estudiar el campo del feminismo, la filosofía política y la ética, y ha sido una de las teóricas fundacionales de la teoría queer, ha influido significativamente en los estudios de género en la región a través de sus teorías sobre la performatividad y la subversión de las normas sociales. Butler argumenta que el género no es una esencia fija, sino una serie de actos performativos que construyen la identidad de género. Esta teoría es útil para entender cómo las identidades de género en América Latina pueden ser fluidas y subversivas. Además, su enfoque en la subversión de las normas sociales resuena en los contextos latinoamericanos, donde movimientos feministas y LGBTQ+ desafían activamente las normas tradicionales de género y sexualidad. (Butler,1990 p.140)
bell hooks también ha tenido impacto en los estudios feministas en América Latina por sus conceptos de interseccionalidad y crítica cultural, pues analiza cómo el género, la raza y la clase interactúan para crear experiencias únicas de opresión y resistencia. Su trabajo enfatiza la importancia de considerar estas intersecciones para entender completamente las experiencias de las mujeres y otras comunidades marginadas. hooks también resalta la importancia de la narrativa y la teoría feminista como herramientas para la transformación social, una perspectiva que resuena profundamente en el contexto latinoamericano, donde las historias personales y colectivas juegan un papel crucial en los movimientos de resistencia. (hooks, 2000, p. 56)
Tener en cuenta estas perspectivas teóricas ayuda a comprender aún más la estrecha relación entre medios y feminismos, pues los medios pueden ser también espacios donde las mujeres reclamen su participación en la conversación pública, configuren sus identidades y hagan visibles sus demandas, especialmente aquellas pertenecientes a países periféricos o semiperiféricos, siendo migrantes o racializadas. (Muñoz-Saavedra,2019 p. 182 citado en Hernández et al 2021)
En el panorama actual de los feminismos latinoamericanos es posible identificar el surgimiento de narrativas transmedia como herramientas poderosas que buscan impulsar la movilización y la acción política. Estudios como el realizado por Hernández et al. (2021) sobre el movimiento feminista del 8M en España destacan cómo estas narrativas no solo amplifican las voces feministas, sino que también fomentan la participación de las mujeres al facilitar la creación y difusión de contenido simbólico en línea. Es crucial en un contexto donde la apropiación de las redes sociales por parte de los feminismos exhibe subjetividades y autonomía social, elementos fundamentales para su acción política.
Estos movimientos feministas, que hacen parte la llamada “cuarta ola violeta”, se han caracterizado por el uso de redes sociales digitales, la usurpación del mensaje social por parte del capitalismo (que muchas veces lo transforman en eslóganes y productos), la aparición de nuevos símbolos políticos (el pañuelo verde y el escrache), desafían el orden hegemónico neoliberal desde las periferias y el sur global. (Muñoz-Saavedra, 2019, p.186 citado en Hernández et al. 2021)
Frente al entusiasmo digital, también es importante reconocer que las redes sociales presentan desafíos para el debate público, desde la desinformación hasta las "burbujas de filtro", donde los usuarios solo interactúan con contenido que refuerza sus creencias preexistentes, la censura y el control de contenido. Además del acoso, que es un problema común en los espacios digitales, donde el discurso de odio y la violencia verbal dificultan la participación y la creación de un ambiente constructivo para el diálogo. La fragmentación y polarización de las opiniones es otro reto, ya que las redes sociales a menudo generan comunidades cerradas donde predominan puntos de vista extremistas.
El auge de los medios feministas digitales en América Latina ha sido celebrado como una forma innovadora y transformadora de acción colectiva. Sin embargo, es necesario problematizar algunas de las premisas del tecno-optimismo que han acompañado el análisis del activismo digital. Como señala el doctor en sociología, Silvio Waisbord (2015), muchas visiones celebratorias sobre el poder de las redes sociales y las tecnologías digitales para democratizar la comunicación y potenciar la participación ciudadana se sustentan en “profecías fáciles, despojadas de cualquier evidencia y desconociendo el impacto mixto de generaciones anteriores de tecnologías” (p. 75).
Lejos de asumir que la conectividad implica automáticamente empoderamiento o transformación, Waisbord propone una mirada más matizada sobre la relación entre lo digital y el cambio social. Cuestiona, por ejemplo, la confusión habitual entre información, comunicación y acción política: “No es obvio que mayor acceso y disponibilidad de información genere mayor comunicación o contribuya a modificar hábitos y acciones que reflejan un mundo más democrático” (p. 76). Esta crítica se vuelve relevante al analizar la labor de medios feministas que, si bien circulan principalmente en entornos digitales, no dependen exclusivamente de las lógicas de viralización o del engagement algorítmico para generar procesos de transformación cultural.
Además, muchas veces se ignora lo que implica el ejercicio colectivo digital, en ese sentido el autor señala que “la protesta digital puede vincular temporalmente a individuos o canalizar demandas, pero no necesariamente tener la continuidad necesaria para asegurar cambios sostenibles en el tiempo” (p. 82). Esta advertencia resuena con los desafíos de sostenibilidad, continuidad y cuidado que enfrentan los medios feministas juveniles en la región, cuya acción requiere tanto redes como afectos, gestión estratégica y trabajo colectivo.
Desde esta perspectiva, se vuelve imprescindible analizar el contexto sociopolítico, las estructuras organizativas y los vínculos que establecen con otros actores sociales e institucionales, para comprender realmente el impacto de los medios digitales feministas en la sociedad y no perder de vista que son medios que operan dentro de las dinámicas de un movimiento social (Waisbord, 2015). Finalmente concluye

(p. 84).